Mejor no dejarse llevar
Aun a pesar de la alegría de la cena en casa ajena, algo en esa parte del cerebro que no controlamos, daba vueltas sobre que hacer.
Los chicos tenían claro que querían llegar a Fonsagrada.
Y no parecía mal plan, pero eran más de cuarenta kilometros.
Y yo no sabía si era mejor hacer el esfuerzo y subidón de autoestima o quemarme y tirar la toalla.
En eso estaba cuando sonó el despertador a las cinco.
Estábamos en silencio por respeto al resto, pero creo que hubiera sido parecido si hubieramos estado solos.
Tomamos la leche, leche leche y un bizcocho con arándanos de ponerse a llorar.
Para las ablucciones soy rápido por lo que salí el primero con el frontal.
Ya me imaginaba que en la primera cuesta de más de media hora no me pasarían. Pero luego venían casi cinco kilómetros de bajada.
Estos prefieren bajar corriendo para reducir dolores.
Yo iba a lo mío pensando que hacer.
El entorno maravilloso, oscuridad, piedras basálticas, y todos lo pinos en diferentes estado de calcinación.
Bastante tétrico.
Por si me quedaban dudas llame al albergue de Castro y se acabaron las dudas.
Día de relax.
La bajada se hizo como buenamente se pudo. Afortunadamente la bajada era en zigzag. Y aún y todo , las rodillas se resintieron, pero no para ponerme rodilleras.
Grandas de Salime
Se supone que en esa bajada en algún momento debiéramos haber visto el embalse y las negras aguas del Salime.
Pero antes de entrar en el pueblo pasamos por todo el embalse.
Todo me resulta oscuro y poco entretenido.
Grandas es diferente. Es pequeño pero tiene algunas casas de ciudad. Llevamos mucho tiempo donde la poblaciones son rurales. Aquí se ven casas de viviendas que indican alguna industria. Aún cuando sea relacionada con las vacas.
Bares y servicios.
Me meto en uno con buen wifi y escribo el retardo de artículos de los tres días.
Cuando salgo se acabo la tregua y el sol es de escándalo.
Pero una de las razones de pararme en Grandas es su Museo Etnológico.
Es sencillamente completo. Espectacular.
Una visita, además amenizada con un tornero y herrero.
Y la que lo atienden conscientes de un valor que lleva 33 años mejorando día a día.
Muy aconsejable para tomarse una idea completa de las Asturias de hace poco.
La salida del albergue ya es con mucho calor.
Pero saber que son pocos kilómetros y que lo tengo reservado me hace más indolente.
Albergue Juvenil de Castro
No me arrepiento de haberlo encargado. Es más buscaré la forma de repetir.
Una antigua casa detrás de la capilla de San Martín. Árboles altos. Una cabaña detrás que era el bar y restaurante.
Y una zona de colada, seguida de una zona verde para tiendas.
Limpieza y detalles ( lavanda en ramilletes en los baños que no olían por lo limpios que estaban).
Me colocan en un sitio donde ya está ocupada una cama
Son solo de cuatro.
El problema de este sitio es que son pocas plazas y hay que reservar.
Antes de la ducha estiramientos.
Y después de la ducha, libro y sol.
A las seis es la visita guiada al Castro de Chao San Martín.
Llego a y media para ver el museo.
Es sorprendente la calidad y cantidad de restos encontrados.
Dicen que lo tuvieron que abandonar a la carrera por un terremoto.
Sea lo que sea , la visita de este poblado de la edad de Bronce y màs tarde romanizado y luego necrópolis cristiana medieval es magnífica.
A la vuelta me encuentro con la comunidad argentina.
Están los de siete almas y una surafricana con la que coincidí en el ruido de Borres.
Les pregunto como cebar el mate.
Una sidra con mis ángeles y en su momento vienen los de siete almas y me atrevo a enseñarles el blog. Lloros y besos. Son fuertes. Yo no.
Ceno garbanzos con bacalao en silencio con el atardecer en la calle y con media o entera población de Castro delante. Ventajas y desventajas de ser el único bar del pueblo.
Aguanto hasta quedarme solo del todo leyendo y acabando el libro que traía.
Subo en silencio y el del saco verde sigue sin aparecer.
Pensé que el había ligado.
Dormido ya.
A las tres de la madrugada antes incluso del ruido de la puerta, entra una bocanada de olor a tabaco, humanidad y alcohol.
Se quita los zapatos, dios… Y se mete vestido en el saco.
Los ruidos de su respiración están a la altura de sus olor.
Me levanto, tapones en los oídos y vicks vaporub en las narices.
Efectivo.
Mi venganza un poco más tarde cuando enciendo la luz y organizo la mochila.
Afortunadamente no dice nada.
Tenía las uñas preparadas.